Presentación

La Península Ibérica constituye, para quienes amamos las excentricidades, un paraíso insólito y una espléndida reserva natural. Hablamos de los aspectos más vistosos de la imaginería festiva y popular, en todos sus múltiples variantes, que son casi infinitas: el mundo de los gigantes y cabezudos, las arcaicas tradiciones de máscaras que aún perviven, las imágenes religiosas de todo tipo, las fiestas singulares de viejo o nuevo cuño con sus ritos extravagantes, los toros, la Semana Santa, los Diablos, las Fallas, los animales que escupen fuego, las fiestas de Moros y Cristianos, las bandas musicales que nos enardecen, y un largo etcétera de singularidades sin fin. 

En pocos lugares del mundo se conservan tal cantidad de ocurrencias populares, de raíces centenarias o simplemente acabadas de inventar, que tienen que ver con el mundo de los ritos populares y de las imágenes de representación, y que cuentan con una participación masiva de gente, la local y la de afuera. Una riqueza que se halla además protegida por las administraciones, que la ven como una fuente segura de ingresos e inversiones, y que encuentra en el turismo su mayor empuje y justificación.

Es el Festival de las extravagancias que compiten entre sí para asegurar e imponer cada una su diferencia, que es tanto como decir ‘su riqueza’. A nadie molesta esta exacerbación de lo distintivo, por el contrario, interesa y hace partícipes a todos, ricos y pobres, autoridades y pueblo, funcionarios y ciudadanos desamparados, empresarios y trabajadores, pues el disfrute de lo singular y de la extravagancia une sin distinción al común de los mortales. 

En realidad, estamos hablando de desdoblamiento: ¿cómo nos desdoblamos, los que habitamos en la Península Ibérica, para satisfacer esta necesidad de vernos reflejados no solo en lo que nos envuelve sino en aquellas figuraciones fijas o animadas que nos representan?

Si sumamos al cuadro de las excentricidades festivas las demás singularidades del entramado peninsular, culturales, sociales y políticas, el resultado es la imagen de una burbujeante taracea que nos lleva al dinámico Mosaico Ibérico: un poderoso y único laboratorio vivo de las diferencias. 

El Mosaico Ibérico continúa el trabajo que Toni Rumbau inició con Rutas de Polichinela. En ambos, se persigue el mismo objetivo: mostrar como el mapa de las diferencias junta ideas y personas. Primero fue Polichinela, este arquetipo europeo de rebeldía y libertad que, con caras, nombres e historias diferentes, habla en toda Europa un mismo lenguaje. Se centra ahora el autor en el laberinto ibérico de las ocurrencias y las manifestaciones festivas, por las que, a través de las exaltaciones excéntricas, se logra el milagro de aunar las diferencias. Bajo la superficie chillona y exhibicionista de lo que busca distinguirse a toda costa, corren los ríos subterráneos que unen a los habitantes de este planeta. El Mosaico Ibérico como un palpitante laboratorio donde gozar y captar estas realidades. 

(Para saber más sobre el Mosaico Ibérico, lean la introducción al mismo aquí. Versión en catalán aquí)

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